Los Órdenes de la Ayuda para terapeutas

18.01.2021

Es importante, como terapeuta, ocupar el lugar que nos toca ante un cliente que viene a consulta. 

A veces podemos posicionarnos como madres, padres, pareja o amiga ante la persona que tenemos delante y esto no ayuda en nuestra labor terapéutica, al contrario, puede crear dependencia, confusión, malestar tanto en el cliente como en el propio terapeuta.

Los terapeutas no damos consejos. Cuando los damos nos estamos poniendo por "encima" del cliente erigiendo una distancia mental y emocional entre los dos que no beneficia a la relación terapéutica. Podemos sugerir, invitar, proponer, contar nuestra experiencia... pero no aconsejar.

Tampoco tomamos decisiones por el cliente. La persona tiene los recursos suficientes para hacerlo.

Y sobre todo, no podemos rellenar los vacíos que el cliente siente ni quitarle las penas que le duelen. Ojalá, pero no es posible.

Como terapeutas tenemos la responsabilidad de realizar supervisión para tratar casos y asuntos no resueltos en nosotros que se despiertan con cada cliente.

Nos cuidamos y cuidamos al otro.

Joan Garriga explica muy bien los Órdenes de la Ayuda:

"Cualquier persona que se dedique a ayudar a los demás, tendría que conocer el fundamento de los órdenes de la ayuda o de la geometría de la ayuda, y obviamente conocer el correcto lugar del ayudador.

En primer lugar se necesita humildad, eso es, no sentirse tan importante, ya que muchos ayudadores por ejemplo se sienten mucho más importantes que sus clientes y que los padres de la persona ayudada, toman un lugar gigantesco, arrogante y pagan el precio de nutrir su propia vida, y su vacío, de esta pseudo grandeza. La mejor ayuda siempre es un paso por detrás del paciente.

Luego yo creo que sólo se puede ser ayudador en segundo lugar, si uno está comprometido en la travesía personal de encararse a uno mismo y enfrentar con seriedad los retos de la propia vida, eso es, estar dispuesto a conocer y manejar las propias sombras, avistar y amigarse con los perros salvajes que ladran en nuestro interior, y descender a los infiernos cuando es necesario.

El viaje de un terapeuta o del sanador es el de uno que está disponible para encontrarse con sus propias miserias, con sus propias fragilidades, y ser auténtico y real, y esto le faculta para ser un buen acompañante de las realidades de las otras personas.

Otra cosa muy importante para los consteladores y los terapeutas en general, es que no se puede ser un ayudador si uno no siente benevolencia de una manera espontánea. No quiere decir que uno tenga que parecer bueno, a veces un terapeuta y un constelador puede ser muy duro y confrontativo y no dar tregua al engaño y la falsificación de sus clientes, pero es benevolente; y benevolente quiere decir que siente claramente el deseo de que a las personas en general les vaya bien y se sientan felices y comprometidos con su vida y con la vida.

Y como decía antes tiene que ir un paso por detrás, no un paso por delante".

Joan Garriga